Comentario
El destino del mundo comunista necesariamente se tenía que ver influido por lo sucedido en la URSS de la época posterior a Stalin, que lo había dirigido con disciplina férrea durante el pasado, especialmente a partir de la Segunda Guerra Mundial. El modo en que se había producido la disidencia yugoslava, incluso en contra de la voluntad de quienes la protagonizaron, lo deja bien claro. La expansión del comunismo en Asia, por otra parte, no había traído ninguna apariencia de fragmentación ideológica. A pesar de que pudiera haber una cierta discrepancia de fondo con el modelo soviético, de momento no se tradujo en nada concreto; además, la iniciativa de expansión revolucionaria más importante que se produjo en esta parte del globo -Corea- se debió mucho más a iniciativa soviética que china.
Tras la desaparición de Stalin, el impacto de lo sucedido en la URSS tuvo un doble efecto. En Europa del Este, la desestalinización abrió el camino a unas vías del comunismo algo más teñidas con la especificidad de cada país y, sobre todo, provocó movimientos de repulsa de los regímenes vigentes. En cambio, en China se produjo un movimiento de identificación con el pasado estalinista que tuvo consecuencias de primera importancia en la política interna y acabó provocando una irreversible fragmentación del comunismo.